La Educación Física en Roma (500 antes de Cristo hasta el año 27
después de Cristo):
Roma nació en el siglo VIII antes
de Cristo. En sus inicios esta naciente ciudad era simplemente un conglomerado
de cabañas de pastores que ocupaban una serie de colinas en torno a un lugar estratégico apto para
atravesar el río Tíber.
En el curso del siglo VII antes de Cristo, romana fue
conquistada por los estrucos. La fortificaron rodeándolas con un cinturón de
siete murallas, saneando los valles pantanosos mediante canales de desagües,
terraplenando el suelo,
uniendo las riberas del Tíber con un puente y levantaron Capitolio nuevos en
honor a sus dioses.
En Roma se produce la ruptura completa entre los ejercicio
atléticos y los ejercicio higiénicos. En la palestra los jóvenes romanos
practicaban una gimnasia (salvando las distancias) parecida a la sueca. Los
juegos atléticos tenían en Roma un carácter de
espectáculo. Los jóvenes Romanos sólo frecuentaban el anfiteatro como
espectadores, dejando estas prácticas en mano de profesionales reclutados entre
los pueblos bárbaros.
El ciudadano Romano promedio creía que el ejercicio era
solamente necesario para la salud y pare el entrenamiento bélico. No se
vislumbraba el valor de juego como algo placentero durante el tiempo libre.
Los romanos
veían en este tipo de actividades una manera de pasar el tiempo o de embellecer
el cuerpo, aspectos más propios de gentes ociosas que del hombre íntegro. En la
época del imperio, sin embargo, se extiende la preocupación por el cuerpo entre
los patricios, de lo que quedan patentes muestras en las monumentales
"termas" romanas, que tenían anejas palestras donde también se
practicaba algún tipo de gimnasia que no tenía fines educativos ni estéticos,
ya que las termas eran, sobre todo, centros de reunión social y no centros
educativos, como podría suceder con los Gimnasios y Academias en Grecia. La atención al cuerpo entre los romanos cultos tenía más que ver
con una vida regalada y de placer que con un fin formativo. Esto es lo que da a
que, por otras partes, algunos pensadores, como Polibio elogien a los jóvenes,
como Scipión Emiliano, que se interesaba por casar a caballo, mientras los
otros jóvenes se dedicaban a la "vida regalada" o a las conversaciones
en el Foro. Otras veces, por el contrario y como es el caso de Cicerón,
se muestran contrarios a la gimnástica salvo en la medida en que haga del
cuerpo un buen instrumento de la voluntad, es decir, para subordinarlo a la
"humanista" que requiere costumbres sobrias.
El tipo
de gimnasia que más proliferó en Roma fue la gimnasia atlética y profesional
que se manifestaba en los espectáculos de lucha y que despertaba pasiones muy
fuertes entre los espectadores; espectadores que buscaban estos espectáculos
como contrapunto a su vida ociosa. Es la degeneración de la gimnasia.
También
el pensamiento filosófico se preocupa en Roma de la educación física.
Séneca considera que el cuerpo debe estar subordinado al alma y que debemos
conservar las cualidades corporales y todo lo que se encuentra relacionado a
nuestra naturaleza, pero éstas son cosas fugitivas y no debemos convertirnos en
esclavos. Por eso Séneca hace notar lo absurdo de dedicar tanto cuidado a los
músculos, a la apariencia: "Una gimnasia cultivada en exceso no solamente
es ridícula sino que es nefasta; el espíritu es apartado por los ejercicios físicos
y embotado por un alimento superabundante. Concedamos a nuestro espíritu un servidor obediente. Deseamos nuestro espíritu" (Vázquez,
1989, p. 62).
En seis
siglos la inversión de valores se consuma. Después de un período de olimpismo y de
culto a la belleza y a la fuerza corporal, el espíritu adquiere cada vez más relieve, desplazando al ejercicio físico, que se atrinchera en su función higiénica, lo cuál es incluso contestado en la Roma
imperial. Se puede decir con Maroux que "En la época cristiana, la
educación Física asiste a su bella muerte, sin revolución violenta, como una institución vieja".
Hasta
ahora hemos descrito el antagonismo entre el deporte y el entrenamiento
deportivo, por una parte, y las preocupaciones de la educación intelectual, por
otra. La casi totalidad de los filósofos condena la práctica deportiva; el único entrenamiento
que preconizan es una gimnasia higiénica y muy limitada en sus posibilidades.
Miros Zamora
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