jueves, 13 de septiembre de 2012


La Educación Física en Roma (500 antes de Cristo hasta el año 27 después de Cristo):

  Roma nació en el siglo VIII antes de Cristo. En sus inicios esta naciente ciudad era simplemente un conglomerado de cabañas de pastores que ocupaban una serie de colinas en torno a un lugar estratégico apto para atravesar el río Tíber.
En el curso del siglo VII antes de Cristo, romana fue conquistada por los estrucos. La fortificaron rodeándolas con un cinturón de siete murallas, saneando los valles pantanosos mediante canales de desagües, terraplenando el suelo, uniendo las riberas del Tíber con un puente y levantaron Capitolio nuevos en honor a sus dioses.
En Roma se produce la ruptura completa entre los ejercicio atléticos y los ejercicio higiénicos. En la palestra los jóvenes romanos practicaban una gimnasia (salvando las distancias) parecida a la sueca. Los juegos atléticos tenían en Roma un carácter de espectáculo. Los jóvenes Romanos sólo frecuentaban el anfiteatro como espectadores, dejando estas prácticas en mano de profesionales reclutados entre los pueblos bárbaros.
El ciudadano Romano promedio creía que el ejercicio era solamente necesario para la salud y pare el entrenamiento bélico. No se vislumbraba el valor de juego como algo placentero durante el tiempo libre.

 Los romanos veían en este tipo de actividades una manera de pasar el tiempo o de embellecer el cuerpo, aspectos más propios de gentes ociosas que del hombre íntegro. En la época del imperio, sin embargo, se extiende la preocupación por el cuerpo entre los patricios, de lo que quedan patentes muestras en las monumentales "termas" romanas, que tenían anejas palestras donde también se practicaba algún tipo de gimnasia que no tenía fines educativos ni estéticos, ya que las termas eran, sobre todo, centros de reunión social y no centros educativos, como podría suceder con los Gimnasios y Academias en Grecia. La atención al cuerpo entre los romanos cultos tenía más que ver con una vida regalada y de placer que con un fin formativo. Esto es lo que da a que, por otras partes, algunos pensadores, como Polibio elogien a los jóvenes, como Scipión Emiliano, que se interesaba por casar a caballo, mientras los otros jóvenes se dedicaban a la "vida regalada" o a las conversaciones en el Foro. Otras veces, por el contrario y como es el caso de Cicerón, se muestran contrarios a la gimnástica salvo en la medida en que haga del cuerpo un buen instrumento de la voluntad, es decir, para subordinarlo a la "humanista" que requiere costumbres sobrias.


        El tipo de gimnasia que más proliferó en Roma fue la gimnasia atlética y profesional que se manifestaba en los espectáculos de lucha y que despertaba pasiones muy fuertes entre los espectadores; espectadores que buscaban estos espectáculos como contrapunto a su vida ociosa. Es la degeneración de la gimnasia.
        También el pensamiento filosófico se preocupa en Roma de la educación física. Séneca considera que el cuerpo debe estar subordinado al alma y que debemos conservar las cualidades corporales y todo lo que se encuentra relacionado a nuestra naturaleza, pero éstas son cosas fugitivas y no debemos convertirnos en esclavos. Por eso Séneca hace notar lo absurdo de dedicar tanto cuidado a los músculos, a la apariencia: "Una gimnasia cultivada en exceso no solamente es ridícula sino que es nefasta; el espíritu es apartado por los ejercicios físicos y embotado por un alimento superabundante. Concedamos a nuestro espíritu un servidor obediente. Deseamos nuestro espíritu" (Vázquez, 1989, p. 62).
        En seis siglos la inversión de valores se consuma. Después de un período de olimpismo y de culto a la belleza y a la fuerza corporal, el espíritu adquiere cada vez más relieve, desplazando al ejercicio físico, que se atrinchera en su función higiénica, lo cuál es incluso contestado en la Roma imperial. Se puede decir con Maroux que "En la época cristiana, la educación Física asiste a su bella muerte, sin revolución violenta, como una institución vieja".
        Hasta ahora hemos descrito el antagonismo entre el deporte y el entrenamiento deportivo, por una parte, y las preocupaciones de la educación intelectual, por otra. La casi totalidad de los filósofos condena la práctica deportiva; el único entrenamiento que preconizan es una gimnasia higiénica y muy limitada en sus posibilidades.


Miros Zamora



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